

0%
Hay días que hacen historia. Y el 28 de septiembre de 2025 ya será uno de esos que los ducatistas recordaremos con el corazón acelerado. En el GP de Japón, en Motegi, Marc Márquez se coronó campeón del mundo de MotoGP —su séptimo título en la categoría reina— con cinco carreras por delante.
Pero esto no fue una victoria cualquiera: fue una explosión de emoción, sufrimiento convertido en gloria y el renacer de una leyenda sobre la Desmosedici.
Marc no necesitaba ganar: le bastaba con un segundo puesto, justo por detrás de su compañero de equipo Francesco Bagnaia. Y ahí estuvo la estrategia perfecta del #93: rodar con cabeza, medir el revés, sobrevivir al pulso con los rivales. El abrazo al cruzar la línea fue más que un gesto: fue un grito contenido que resonó como una liberación.
Luego, de rodillas frente a una pantalla gigante, Márquez vio un montaje con sus cicatrices: más de 100 caídas, cuatro operaciones, años de batallas internas. Sus ojos brillaban, la piel se erizó: Ducati respiraba ese instante con él.
Su hermano Álex, rival y compañero de batallas este año, fue el primero en abrazarlo. Un momento que encarna todo lo que es el motociclismo: feroz competitividad y lealtad familiar.
Para nuestra fábrica de Borgo Panigale, esto es más que un título: es reivindicación total. Ducati ya es referencia tecnológica, aerodinámica y mecánica en MotoGP, pero tener al legendario Márquez ganando con la Desmosedici lo eleva todo a otro nivel.
Desde la presentación del equipo “soñado” Márquez-Bagnaia, se intuía este destino. Ducati no buscaba solo competir: quería arrollar.
Este título viene después de años donde la fiabilidad, el desarrollo y el temple han sido puestas a prueba. Y aún así, Ducati ha entregado una máquina capaz de domar a un Márquez más sabio, más fino, más completo.
Este campeonato es un regreso épico: el primero que gana Márquez desde 2019. Durante más de 2.000 días luchó con lesiones, dudas, reencuentros y rechazos. Pero quien conoce a Márquez sabe que nunca se rinde.
Esta temporada ha sido una exhibición: victorias, pódiums, dominio casi incontestable. Hay quien dice que ha redefinido la noción de “dinastía” en MotoGP.
Y aún quedan cinco batallas por librar: pero el trono ya es suyo.